El tiempo. Ese "algo" tan intangible pero que a la vez está tan presente. Ese "algo" que tiene un avance inexorable, que nunca se detiene por nada ni por nadie. Ese "algo" que los seres humanos, tan listos unos pocas veces y tan éstupidos la mayoría de las demás, no solemos saber apreciar y perdemos constantemente, sin darnos cuenta que nunca podremos recuperarlo. Ese "algo" del que todo el mundo quisiera tener más y por el que pagaríamos si no fuera porque es de esas cosas que no se puede comprar. Ese "algo" al que muchos (casi todos) quisiéramos poder dar marcha atrás de vez en cuando, para poder hacer todo lo que no hicimos en su momento, para poder decir todo lo que nos callamos en aquella ocasión, para poder demostrar todo lo que sentimos y no mostramos entonces, para poder dar aquellos abrazos y aquellos besos que nos guardamos quién sabe por qué ...
A veces me olvido de la rapidez con que el tiempo pasa. Esta mañana me he levantado sabiendo que ya ha pasado un mes, que hace un mes que te marchaste, que dejaste de estar con nosotros. Y yo sigo aún sin haberme hecho a la idea. Sigo teniendo la sensación de que es algo irreal, que iremos a veros a casa y estarás allí, sentado en el sofá viendo la tele, con la Fede picoteandote el hombro o con Ziro acurrucado a tu lado dormido, o sentado frente al ordenador con la música del Boss sonando de fondo. Sigo pensando que volveré a oirte llamarme "navajera" cuando me preguntes si creo que el Atleti será capaz de pasar de la previa de Champions o qué haremos este año en Liga. Sigo oyendote despotricar contra el Niño Torres a pesar del gol de la final de la Eurocopa. Sigo creyendo que nos veremos en los cumpleaños y que pasaremos juntos la Navidad como desde que murió el abuelo, inflando los colchones tú y yo para que las chicas pudiéramos dormir. Y sigo recordando tan vívidamente nuestra conversación acerca de las espadas de acero toledano que me prometiste regalarme cuando terminara la carrera y te presentara mi diploma como si la hubiéramos mantenido ayer mismo ...
Ya no podrás regalármelas, pero yo sí iré a enseñarte mi diploma cuando me licencie ... Una promesa es una promesa y pienso cumplir lo que te prometí.
En fin, el tiempo pasa, un día tras otro, una semana tras otra, inexorablemente, y los que os fuisteis ya no vais a volver y el tiempo que pasamos con vosotros tampoco. Lo único que nos queda a los que seguimos aquí es recordaros como érais, como fuisteis y lo que disfrutamos con vosotros, lo que nos enseñásteis, lo que nos dejásteis ... Y con eso es con lo que vivimos.
PD: y para poder seguir adelante, sigo repitiéndome a mí misma aquello que no paré de repetirme en el cementerio: La muerte es el don de Eru Ilúvatar a los Hombres. Aunque a los que nos quedamos nos duela.
viernes, 18 de julio de 2008
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