sábado, 17 de noviembre de 2007

La soledad


No sé si estaréis de acuerdo conmigo en que si hay una palabra dentro del amplio abanico de posibilidades que nos ofrece la lengua castellana que genera sentimientos encontrados, esa es "soledad". Hay quien solamente con oirla tiembla, hay quien se regocija al escucharla y hay quien se queda simplemente indiferente. Ésto, como todo, depende de la experiencia vital que haya tenido cada uno al respecto.
Yo personalmente soy de las que tolero bastante bien la soledad. De hecho, para qué negarlo, me gusta bastante e incluso la considero necesaria en mi vida. Ésto no quiere decir que no disfrute con la compañía de otras personas, me encanta compartir mi tiempo con aquellos a los que quiero, mi familia, mis amigos y el tiempo que paso con ellos me es muy grato (especialmente el que comparto con mis amigos, sin desmerecer a mi familia, por supuesto, pero, como todos sabemos, nuestra familia nos viene ya impuesta y lo único que nos queda es aprender a quererlos y a convivir con ellos suceda lo que suceda, mientras que nuestro grupo de amigos, como grupo secundario que es, lo elegimos nosotros mismos líbremente y no estamos obligados a "tragar" sin más con todo lo que suceda con ellos ...). Pero a pesar de todo esto, me encanta estar sola. Esto no ha sido así siempre, ha llevado un proceso que, por suerte, ha finalizado felizmente.
Yo siempre he sido una persona bastante introvertida, muy sensible, extremadamente tímida, insegura y acomplejada, para qué negarlo. Por eso siempre me ha costado entablar relaciones sociales. Ya desde mi más tierna infancia, en preescolar, solía estar siempre un poco apartada de los demás. Y además de mi natural disposición a ello, tampoco ayudaba demasiado a eliminar este comportamiento las crueles burlas y acciones a las que era sometida por parte de mis compañeros (el tristemente famoso "acoso escolar" que hoy ocupa portadas y páginas de periódicos además de multitud de libros, al que dedicaré un post un día de estos). Así que me gané bien ganado el título de "la rara" de la clase. Título que, por cierto, he mantenido hasta hace relativamente poco y que, si bien en un principio era utilizado de manera despectiva al referirse a mí, yo convertí en algo que siempre ostenté con orgullo, como símbolo distintivo de mi persona. El paso por el colegio en estas circunstancias fue un poco traumático, para qué negarlo, y la falta de AMIGOS (así en grande) y la existencia de "perversos compañeros " (algunas/os disfrazados de "amigos", que lo único que hacían era herir de cerca) no hizo sino acrecentar mis deseos de alejarme de todo aquello que tanto me hería y encerrarme en mi misma. Así fue como conocí a la soledad (la Sole, cariñosamente). La Sole se convirtió en mi compañera de juegos, en mi confidente, en mi consejera, ... en mi amiga. Pasaba mucho tiempo con su única compañía, aunque suene contradictorio. Ésto a la larga ha acabado revirtiendo para bien, ya que me ayudó a convertirme en una persona reflexiva que siempre sopesa pros y contras (aunque también esto tuvo su parte mala, como se vio en mi primer post), a conocerme a mí misma y, además, a encauzar parte de mi tiempo a algo que realmente me llenaba de verdad: la lectura. Cuando terminé el colegio pensé que las cosas estaban bien como estaban, pero me equivoqué ... Era hora de avanzar un paso más en el duro camino de convertirse en adulto, quizá el más complicado y traumático de todos: la adolescencia. Y ahí la Sole no podía ayudarme mucho ... de hecho, podía complicarme las cosas mucho más. Y si el colegio fue complicado para mí, no voy a contaros lo que llegó a ser el instituto. Si pensamos que los niños son crueles, parémonos un momento a pensar en los adolescentes; ahí si que hay verdadera crueldad, porque un niño lo que dice es lo que siente, tal cual, y esa crueldad no es "intencional" puramente, no quiere herir sólo por herir, es sólo reflejo de lo que siente. Pero un adolescente ... un adolescente sí hiere intencionalmente, hace daño conscientemente, ... para ganarse el respeto de los demás, para ser admirado por otros, para pertenecer a un grupo, ... hay múltiples causas. Y ahí fue donde entré yo en juego, como conejillo de indias. Seguía siendo la rara de la clase, además de la fea de las gafas, la ortodoncia, la forma de vestir rara, la marginada, ... Vamos, "víctima" ideal. Y a pesar de intentar conectar con alguien, no podía. Tuve una gran, gran amiga en tercero de B.U.P ... que acabó dejándome tirada y herida ... Pero por suerte, la Sole nunca me había abandonado del todo. Y fue cuando me dí cuenta de lo importante que era para mí. Pasé un par de añitos totalmente sola, sin salir de casa nada más que lo justo, encerrada en mi cuarto con mi Sole, leyendo, escuchando música, viviendo mi vida en mi mundo. El segundo año que hice C.O.U conocí a la que hoy es mi mejor amiga. Si en aquel momento me dicen que eso iba a ser así, me río en la cara de quien lo dijera. Fue un medio año increíble, nunca había estado tan a gusto en el instituto. Pero se acabó. Un día tuvimos una movida (planeada, alimentada y acrecentada por terceras personas) y dejamos de hablarnos. Y volví a quedarme sola. Bueno, con la Sole. En ese momento llegué a odiar a la Sole, pensé que pasar tanto tiempo con ella me había debilitado y por eso era incapaz de tener amigos. Pero se me acabó pasando. Después de todo, era la única que estaba a mi lado cuando la necesitaba. Y entonces me dí cuenta que yo necesitaba a la soledad. Y aprendí aún más a aceptarla, a quererla, a disfrutarla y a necesitarla (de vez en cuando). Después las cosas se arreglaron con mi amiga, y aquí seguimos diez años después, con nuestros altibajos, como todo el mundo. Pero con quien no he vuelto a tener problemas nunca más ha sido con la soledad. De hecho, cuando me veo agobiada, la llamo y si no viene yo voy a buscarla. Para mí es necesaria. Y es hermosa. No le tengo ningún miedo.
Hay quien tiene pánico a la soledad, a estar solo. Quizá es porque tiene miedo a enfrentarse a sí mismo y ver que no es exactamente lo que había planeado ser, que no ha conseguido sus objetivos, que no ha alcanzado sus metas y eso le haga sentirse frustrado y fracasado. Pero no es así. La soledad no tiene por qué significar fracaso. La soledad también es independencia, autoconocimiento, paz interior. Por eso creo que todos tendríamos que aprender a "amarla" de alguna manera o, al menos, a ser capaces de "soportarla". Porque nacemos solos. Y aunque en el camino de la vida casi siempre estamos acompañados, cuando llega el fin, no lo estamos. Porque morimos solos. Y el miedo irracional que le tenemos a la muerte, es también el miedo irracional a la soledad. Si le perdiéramos parte de ese miedo a nuestra propia soledad, también se lo perderíamos a la muerte ... y eso nos haría disfrutar más de la vida. ¿No es cierto?

1 comentario:

Rittmann dijo...

La soledad... Es extraño el proceso que te lleva a aceptarla, e incluso a veces a desearla. Y en mi caso, también fue un proceso de rupturas, de traumas o como quiera llamárseles.

Se dice que fue Tales de Mileto quien dijo aquello de "Conócete a ti mismo" hace más de dos mil años, y por frases como aquella se le considera el primer pensador de la historia; el primer filósofo. Yo he llegado a una pequeña conclusión: quien se diluye en los demás, es quien tiene miedo a la soledad. Hay gente a quien he conocido que necesita de los demás para autoafirmarse constantemente. En la adolescencia esto lo vemos mucho más, y quizás por ello los que estuvimos más solos en aquella época también lo sufrimos más. Somos animales sociales, lo queramos o no.

Pero es sólo cuando estás solo, que puedes conocerte a ti mismo. Saber quién eres, qué quieres. A veces, la conclusión es tan simple como un "no quiero estar solo", pero de ahí nacen también las ideas; el tiempo para madurarlas. A mi me gusta, tras estar un tiempo con gente, quedarme solo un tiempo para buscar lo bueno de las experiencias y mejorar un poco.

Al final, creo que el mejor modo de poder estar con los demás es poder estar bien contigo mismo. Sólo entonces puedes querer a los demás, porque estás con otros porque quieres, y no porque lo necesitas. O porque lo necesitas menos. ¿Cuánta gente conocemos que no puede estar sola sin hundirse, sin sentirse miserable, y sin ser capaz de salir por sí misma de ese pozo?